Bajo la Dovela clave

Fotografía de Galia Gómez: Baños árabes, Gerona.

No sin esfuerzo, la dovela queda encajada misteriosamente entre dos piedras cortadas en cuña, fabricando un arco que parece flotar en el aire. En el momento de asentarse se contienen las respiraciones y los latidos se paran. En el momento de asentarse, puede desmoronarse todo el arco que con tanto cuidado y tanto mimo se ha levantado, en ese momento en que la dovela clave se deposita levemente, como si no pesara nada, en su sitio y encaja perfectamente, se frenan el tiempo y el viento. Todo se paraliza hasta que, con un sonido suave y un crujido sibilante, la roca tallada, la piedra, la dovela clave, se coloca donde debe estar, en el centro, sirviendo de llave a todo el arco y toda la construcción. Dividiendo el arco en dos partes iguales.

No importa cuántos años y cuántos esfuerzos ha costado llegar a colocar la dovela clave. No importa cuántos sacrificios, cuánto trabajo y cuántas lágrimas cuesta levantar el arco y terminarlo en la dovela. Nada importa excepto que el resultado final esté como debe ser, en su sitio, colocado, simétrico, perfecto, equilibrado, limpio, hermoso. Nada importa salvo que la piedra tenga su lugar y que el lugar espere a la piedra labrada. Que cada cosa encaje, que nada se mueva, que todo tenga una razón.

Los arcos de piedra perfeccionan el aire que sostienen. Los arcos de piedra elevan el cielo sustentándolo entre caricias suaves y algodón hecho de arena. Los arcos de piedra recortan el viento, lo hacen silbar y te llevan a tiempos lejanos de cinceladores y tallistas. Los arcos de piedra saben, saben. Debajo de un arco vibra el mundo; debajo de un arco, bajo la dovela clave, la tierra susurra, la tierra habla, la tierra te canta. 
Debajo de la dovela clave...






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