A simple vista una herma puede resultar la escultura más llamativa y
singular que alguna vez hayamos visto. No es para menos, ya que las
mismas son lisa y llanamente un pilar rectangular que en su extremo
superior poseen tallada una cabeza y luego, en su frente, justo a la
altura donde realmente debería estar si respetamos las proporciones
anatómicas, un pene erecto. Su nombre proviene a partir del dios griego
Hermes, ya que en los primeros tiempos en los que estas particulares
piezas comenzaron a ser utilizadas, hace ya unos tres milenios
aproximadamente, esta deidad era la figura representada como cabeza en
la gran mayoría de los casos. Luego, no obstante, tras la adopción
romana de las mismas, distintos personajes famosos o históricos fueron
siendo utilizados.
Para entender el por qué de las mismas debemos entender el pensamiento simbólico griego. Para los antiguos griegos Hermes, además de ser el mensajero divino, era el protector de los mercaderes y viajeros; mientras que un pene erecto además de virilidad simbolizaba la predisposición a las armas, es decir, la defensa. Todo toma sentido, por supuesto, cuando aclaramos que las hermas o hermai cumplían la función de servir de hitos en el camino. Es decir, se colocaban en las rutas o en las afueras de distintos pueblos y, además de marcar cierta información, figurativamente defendían a los viajeros de los malos espíritus. Curiosamente, hoy en día solo un pequeña cantidad es conservada con sus penes intactos.
Los hermocópidas y una protesta que antecedería a los “hippies” por milenios
Quizás la mayor curiosidad histórica digna de mencionar al rededor de loshermai sea el famoso escándalo de los hermocópidas, documentado entre otros por gigantes de la talla de Plutarco y Tucídides. Todo tuvo lugar en Atenas, en mayo del año 415 antes de Cristo, cuando un grupo de saboteadores pacifistas comandados por, según se cree, Socrates a través de su pupilo Alcibíades, “mutilaran” a todos los hermai salvo uno. Esto, según dictarían, los jueces atenienses, en protesta a la partida de navíos de guerra atenienses que tendría lugar al siguiente día con rumbo a Siracusa con el fin de participar en la guerra del Peloponeso. Debido al significado simbólico de protección que poseían los hermai, este atentado lograría turbar la tranquilidad de los marinos y soldados en gran medida, y si bien zarparían según lo planeado, una larga investigación y serie de acusaciones enfrentadas tendría lugar llevando a Atenas a un estado de caos.
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